Archivo septiembre de 2012

sep
28

CUANDO EL PERFECCIONISMO NO ES LO PERFECTO

Al hablar perfeccionismo, nos referimos a la disposición a tratar todo aquello que no es perfecto como inaceptable. Las personas perfeccionistas se caracterizan por su tendencia a poseer altas expectativas, difíciles o, incluso, imposibles de cumplir. Se pueden tener estas altas expectativas para con uno mismo, pero también pueden darse en relación al rendimiento de los demás. Por eso, podemos decir que el perfeccionismo no sólo está asociado a otros problemas, como la ansiedad, la depresión o las conductas irascibles; sino que afecta a la calidad de las relaciones personales. Es más, estos estándares perfeccionistas pueden incidir negativamente en la autoestima de las personas que nos rodean.

La bibliografía dice que, para que se de esta personalidad perfeccionista, deben confluir factores biológicos y psicológicos:

• Influencia biológica (genética): La genética desempeña un papel importante en el desarrollo de los estilos de la personalidad, por eso, pese a las experiencias vividas, existen factores de protección o de vulnerabilidad que contribuyen a la aparición o no de hábitos perfeccionistas.

• Influencia psicológica (aprendizaje): Las experiencias negativas que vivimos también afectan en la aparición de las ideas perfeccionistas; según los castigos, refuerzos o recompensas que tengan nuestros actos, lo que observamos de otras personas o la información que recibamos por parte del contexto. En este sentido, resultan especialmente importantes las experiencias vividas en la etapa infantil, principalmente por parte de nuestros padres:

  • Estilo perfeccionista de los padres: Observar el comportamiento de nuestras personas más cercanas es una forma de aprendizaje que nos lleva a generar esos mismos hábitos en el futuro; en lo que entendemos como aprendizaje por imitación.
  • Altas expectativas parentales: Si los padres tienen unas altas expectativas a cerca de las capacidades de sus hijos, es posible que se sientan decepcionados en el caso de que éstos no consigan lo que se espera de ellos. Esto, a su vez, hará que los niños se frustren por no cumplir con las expectativas que sus padres tienen de ellos.
  • Excesivo criticismo parental: Si, además, los padres son críticos con sus hijos cuando éstos cometen errores, sentirán una mayor frustración y preocupación por su comportamiento. Se ha demostrado que el criticismo parental está asociado a la ansiedad social y la preocupación por una valoración negativa por parte de los demás.

Por tanto, los padres tienen cierto poder para evitar que sus hijos desarrollen comportamientos perfeccionistas, por lo que se pueden llevar a cabo algunas medidas para reducir estas experiencias negativas:

  • Se deben ajustar las expectativas a cerca de lo que creemos que el niño es capaz de hacer y lo que efectivamente puede hacer, y evitar las críticas cuando el niño no consiga los objetivos deseados por los adultos y
  • Es importante ser conscientes de las limitaciones del niño, pero también de sus puntos fuertes para reforzarlos y fomentar una autoestima positiva
  • Por último, no hay que olvidar que, muchas veces, los niños imitan conductas que observan en casa, por lo que controlar nuestro comportamiento puede evitar que se desarrollen hábitos perfeccionistas en el niño.

Nuria Malibrán Ángel

Psicóloga

EQUIPO ILD PSICOLOGÍA

sep
17

CÓMO ESTIMULAR EL LENGUAJE EN LOS NIÑOS

En nuestra entrada de blog anterior hicimos una breve descripción de los signos de alarma que debemos tener en cuenta para saber si un niño tiene retraso del lenguaje. En esta nueva entrada nos parecía importante dar unas pequeñas pautas que los padres pueden utilizar para mejorar el lenguaje de sus hijos.

Los padres son los que mejor pueden estimular el lenguaje del niño de una forma natural mientras se relacionan con él. Por ello, algunas de las pautas para favorecer el lenguaje de su hijo son las siguientes:

• Cuando el niño emite sonidos, escucharle, imitarle y darle tiempo para ver si lo repite. En ese caso, prestarle atención, sonreír y decir algo agradable o cariñoso, con el fin de que participe activamente en estos juegos y proponer sonidos nuevos con secuencias más largas cada vez y aparezcan, finalmente, las palabras.

• Tener en cuenta aquellas cosas que le gustan al niño, las que le resultan interesantes, divertidas, las que tienen que ver con personas o acontecimientos importantes para él (cumpleaños, fiestas, vacaciones, etc).

• A la hora de conversar, es necesario compartir aquello sobre lo que se está hablando; referirse a personas, juegos o acontecimientos que suceden en ese momento, son de su ambiente y a los que está prestando atención; ponerse a su altura y mirarle a los ojos, establecer turnos para hablar y mantener la atención el uno en el otro.

• Hablarle cuando está disfrutando de actividades que le gustan y/o dedicar 10-15 minutos diarios en aquellas que son de su interés (ej. cuentos); adaptar nuestro lenguaje al niño; emplear un tono agradable, despacio y claro, con frases entre 1 y 4 palabras; repetir frases con frecuencia; hacer pausas para delimitar el comienzo y final entre frases e ir aumentando progresivamente la longitud de las expresiones y el vocabulario.

• Para desarrollar su vocabulario, esperar a que el niño diga una palabra espontáneamente mientras juega o dibuja, sonreír y repetir lo que ha dicho. Si no dice nada, comentar algo relacionado con lo que está haciendo y esperar a que lo imite. También, se le puede preguntar para que diga la palabra, sin decírselo antes (ej. ¿Qué es eso?, ¿Qué hace?). Si no responde, le daremos el modelo.

• Cuando se equivoca, no corregirle. Es preferible ignorar y decirle a continuación la palabra correcta para que lo repita después.

• Evitar preguntarle insistentemente o hacerle repetir de forma forzada. Es mejor que su lenguaje sea espontáneo.

• Cuando ya habla, enseñarle los nombres de las cosas cotidianas; cantarle, hablarle y leer frecuentemente; aumentar sus experiencias y describirle las sensaciones nuevas; utilizar variedad de palabras para que oiga un vocabulario amplio y repetir constantemente las palabras; darle objetos para que los manipule mientras se los describimos de diferentes formas (ej. manzana: redonda, suave, roja, dulce, para comer, hacer zumos, etc), después presentar otra cosa y hacer comparaciones; clasificar las palabras en categorías (con 4 años) y enseñarle los contrarios.

• Cuando ya emite sus primeras frases, estimular la aparición de más palabras dentro de la oración; cuando diga algo de forma inmadura o incompleta, añadir la forma gramatical o el vocabulario apropiado, sin incluir nueva información; relacionar lo que dice con otros temas; ayudarle a conocer y expresar el presente, pasado y futuro inmediato mediante el uso de preguntas (ej. ¿qué has hecho esta mañana?, ¿Cuándo es el cumpleaños de tu amigo?).

Si después de estimular su lenguaje continúa teniendo dificultades y no evoluciona, es conveniente buscar ayuda, pudiendo acudir a clínicas especializadas en lenguaje y habla, centros psicológicos y logopédicos.

Cinthia Sánchez Pacha
Psicóloga
EQUIPO ILD PSICOLOGÍA

sep
5

CÓMO SABER SI UN NIÑO TIENE RETRASO DEL LENGUAJE

En ocasiones, observamos que el niño no es capaz de comunicarse como esperamos, le faltan palabras y no consigue explicarse. Otras, le escuchamos decir muchas cosas pero no entendemos lo que dice, por lo que el niño se desespera o enfada. Ello nos hace darnos cuenta de que sus dificultades de lenguaje le dificultan la relación con su familia y con otros niños.

También, es posible que le haga retraerse de hablar o aislarse y que muestre problemas de conducta si no encuentra el medio de pedir o expresar sus deseos. Es decir, puede afectar a su socialización y comportamiento general. Asimismo, puede influir después en los aprendizajes escolares, tales como la adquisición de la lectoescritura.

Los padres deberán empezar a preocuparse cuando:

• A los 18 meses:
-no comprende órdenes sencillas,
-no usa una “jerga” para hablar (combinación de sonidos incomprensibles pero con entonación),
-no señala un objeto para mostrarlo o pedir algo,
-no hace gestos para representar un objeto o acción (ej. llevarse la mano a la boca para indicar comida),
-no dice onomatopeyas (ej. “tete” por chupete).

• Con 30 meses:
-no dispone de un vocabulario básico relacionado con las personas o situaciones cotidianas e importantes para él (menos de 100 palabras),
-no utiliza ningún tipo de combinación de palabras (ej. “quero pan”),
-tiene dificultades en entender frases u órdenes sencillas,
-cuando manifiesta otras dificultades, tales como problemas de conducta o que no se relaciona bien con otros niños o adultos.

• Cuando a los 3 años:
-no produce frases de dos o tres palabras
-en su pronunciación cuesta distinguir los sonidos que se adquieren pronto (m, n, p, l b, c, d, k, t).

A los 4 años:
-su habla es poco inteligible,
-tiene problemas de pronunciación y cuesta entender lo que dice,
-la estructura de las frases es muy simple.

• Con 5 ó 6 años:
-continúa cometiendo errores de pronunciación,
-no utiliza bien el orden de las palabras
-las oraciones son simples y no emplea oraciones subordinadas.

Cinthia Sánchez Pacha
Psicóloga
EQUIPO ILD PSICOLOGÍA