CUANDO EL PERFECCIONISMO NO ES LO PERFECTO

Al hablar perfeccionismo, nos referimos a la disposición a tratar todo aquello que no es perfecto como inaceptable. Las personas perfeccionistas se caracterizan por su tendencia a poseer altas expectativas, difíciles o, incluso, imposibles de cumplir. Se pueden tener estas altas expectativas para con uno mismo, pero también pueden darse en relación al rendimiento de los demás. Por eso, podemos decir que el perfeccionismo no sólo está asociado a otros problemas, como la ansiedad, la depresión o las conductas irascibles; sino que afecta a la calidad de las relaciones personales. Es más, estos estándares perfeccionistas pueden incidir negativamente en la autoestima de las personas que nos rodean.

La bibliografía dice que, para que se de esta personalidad perfeccionista, deben confluir factores biológicos y psicológicos:

• Influencia biológica (genética): La genética desempeña un papel importante en el desarrollo de los estilos de la personalidad, por eso, pese a las experiencias vividas, existen factores de protección o de vulnerabilidad que contribuyen a la aparición o no de hábitos perfeccionistas.

• Influencia psicológica (aprendizaje): Las experiencias negativas que vivimos también afectan en la aparición de las ideas perfeccionistas; según los castigos, refuerzos o recompensas que tengan nuestros actos, lo que observamos de otras personas o la información que recibamos por parte del contexto. En este sentido, resultan especialmente importantes las experiencias vividas en la etapa infantil, principalmente por parte de nuestros padres:

  • Estilo perfeccionista de los padres: Observar el comportamiento de nuestras personas más cercanas es una forma de aprendizaje que nos lleva a generar esos mismos hábitos en el futuro; en lo que entendemos como aprendizaje por imitación.
  • Altas expectativas parentales: Si los padres tienen unas altas expectativas a cerca de las capacidades de sus hijos, es posible que se sientan decepcionados en el caso de que éstos no consigan lo que se espera de ellos. Esto, a su vez, hará que los niños se frustren por no cumplir con las expectativas que sus padres tienen de ellos.
  • Excesivo criticismo parental: Si, además, los padres son críticos con sus hijos cuando éstos cometen errores, sentirán una mayor frustración y preocupación por su comportamiento. Se ha demostrado que el criticismo parental está asociado a la ansiedad social y la preocupación por una valoración negativa por parte de los demás.

Por tanto, los padres tienen cierto poder para evitar que sus hijos desarrollen comportamientos perfeccionistas, por lo que se pueden llevar a cabo algunas medidas para reducir estas experiencias negativas:

  • Se deben ajustar las expectativas a cerca de lo que creemos que el niño es capaz de hacer y lo que efectivamente puede hacer, y evitar las críticas cuando el niño no consiga los objetivos deseados por los adultos y
  • Es importante ser conscientes de las limitaciones del niño, pero también de sus puntos fuertes para reforzarlos y fomentar una autoestima positiva
  • Por último, no hay que olvidar que, muchas veces, los niños imitan conductas que observan en casa, por lo que controlar nuestro comportamiento puede evitar que se desarrollen hábitos perfeccionistas en el niño.

Nuria Malibrán Ángel

Psicóloga

EQUIPO ILD PSICOLOGÍA

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